Nunca creí encontrarme en esta situación. Ni en un millón de años. No me queda mucho tiempo de vida y quiero usarlo en escribir estas líneas, así que el que encuentre mi cuaderno sabrá que ocurrió aquí.
Mi nombre no es un dato tan importante, sino dónde transcurre este relato.
Durante este último período de mi vida fui poseedor de una hermosa casa en un bosque del Sur de Alemania. Estaba hecha de madera de encino pintado de un color bordó oscuro. Tenía una amplia galería y una escalinata que seguía hasta un sendero que llegaba al pueblo. Pero el encanto del lugar era el estanque que se extendía en el amplio jardín frontal.
Mi historia comienza un frío día de otoño. Mi esposa había caído irremediablemente enferma y los médicos me advirtieron que no sobreviviría a tan terrible mal. Yo, ciego de amor y desesperación, me negué a tales afirmaciones y desprecié la crueldad de tan inconcebible destino. Como poseído por una fuerza sobrenatural, busqué cualquier medio para salvarla. Consulté médicos inexpertos, pagué tratamientos experimentales, mesmerismo, e incluso consulté adivinos, brujas y charlatanes, sin resultados.
Volviendo un día a mi hogar, abatido por la frustración y la tristeza, noté que una extraña niebla empezaba a extenderse a mí alrededor, hasta que no pude ver más allá de la extensión de mis brazos. Luego, sentí una voz que me hablaba…
- Pobre muchacho…
Me di vuelta, sobresaltado, y vi a una gitana vieja y fea que me miraba con lástima desde sus pupilas vacías
- ¿Quién es usted? – dije con voz temblorosa - ¿Qué quiere?
- Ayudarte – me dijo, y deformó su rostro en una horrible mueca que intentaba asemejarse a una sonrisa – Sé que tu esposa esta sufriendo hijito, y yo puedo aliviar su mal.
- ¿Cómo? – pregunté esperanzado
- Solo te diré que, cuando la planta de tu estanque cubra la mitad de su superficie, vendré a cobrar el precio.
- De acuerdo – dije sin pensarlo - ¿Cuándo empezará a curarla?
La vieja volvió a sonreír…
Desperté en mi cama. Mi esposa no estaba a mi lado. Corrí por la casa, gritando su nombre. Al llegar a la cocina, miré por la ventana y la vi. Ella estaba afra, sonriente, con su camisón todavía puesto, bailando entre las hojas que caían entre los robles. Corrí a su encuentro. Ella también corrió hacia donde yo me encontraba. La abracé muy fuerte, como si temiera que lo que estaba viendo y sintiendo era solo un sueño cruel que se me escaparía en cuanto la soltara, pero era real. Ella estaba allí, sana y feliz. La besé. Y volví a abrazarla. Mis ojos se inundaron de lágrimas de felicidad. No podía creerlo.
Fuimos felices unos días. Yo casi había olvidado a la vieja gitana, hasta que llegó el momento de pagar. Estaba yo cortando leña para el invierno cuando me envolvió la misma y extraña niebla de aquella otra vez. La anciana apareció frente a mí y volvió a sonreír.
- He venido a que cumplas con lo pactado
- Por supuesto ¿qué deseas a cambio?
Vi un destello de avidez en sus ojos negros y con una mueca de sadismo, respondió:
- El alma de tu esposa…
Al principio, mi mueca de incredulidad fue imposible de contener hasta el punto que me reí de la pretensión de aquella mujer. Luego, observé que en su rostro, la expresión maléfica seguía presente… mi incredulidad se convirtió en horror…
- No… - dije mirando al suelo. Levanté la mirada para mirar al rostro de aquella bruja y respondí gritando - ¡No lo haré! ¡¿Estás loca?! ¡NO LO HARÉ!
De repente, el rostro de la gitana se deformó en una expresión de odio y dijo con voz cavernosa:
- Lo pagarás. Cuando la planta de tu estanque lo cubra por completo, exactamente a los 20 días desde hoy, los muertos que no encontraron su descanso vendrán a buscarte y te llevarán con ellos al reino donde no brilla el Sol.
<<Te convertirás en uno de ellos. Estarás muerto, pero no morirás. Gritarás en la oscuridad, te retorcerás, maldecirás, rogaras tu muerte, pero esta nunca llegará. Tu condena será cargar tu dolor por toda la eternidad. Lo pagarás… ¡LO PAGARÁS!>>
Y con un alarido de mil demonios, desapareció.
Ahora se que tenía razón. Llevé a mi esposa a la casa de su hermana hace unas horas, ya que el estanque está completamente cubierto. Me encerré en mi cuarto y empecé a escribir estas notas.
En este segundo puedo sentirlos acercándose. Puedo oler desde aquí su putrefacción, puedo oír sus gemidos como perros en la noche y sus pies sin vida sobre las hojas caídas ¡Por Dios! ¡¿Acaso piensan que estoy loco?! ¡¿Qué desvarío?! ¡¡Escuchen insensatos!!
¡¡¡¡¡LES DIGO QUE YA ESTAN ENTRANDO A LA CASA!!!!
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