13 enero 2011

El Olvidado

"Ya no me duelen todas las cosas que ayer me podian molestar"  Árbol-El fantasma
Me levanto. El sol se filtra por entre las raídas cortinas azules de mi cuarto. Me levanto y me visto con las últimas ropas que usé. Salgo descalzo a la calle. A juzgar por los apretados abrigos de las personas, hace mucho frío, aunque no puedo sentirlo. Veo a Don Miño jugando con Juan al truco. Nunca aprendí como se jugaba. Siento que la gente me atraviesa. Voy a la plaza y miro a mi alrededor. Los pájaros cantan, los chicos andan en sus bicicletas mientras piden a sus madres dinero para golosinas. Está todo tan alegre y tan lleno de vida que me pierdo en mis pensamientos… entonces la veo. Gabriela está sentada en un banco, esperando. Me siento a su lado. Ella no puede verme ni oírme. Veo que llega Pedro, y la saluda con un beso y se van los dos juntos. En ese momento no puedo con mi misma envidia de vivir de nuevo y tomo el lugar de Pedro y entonces puedo sentirla, en su mágico abrazo. Cruzamos la calle. El semáforo cumple su horario y pone el verde. Caminamos hasta un bar y hablamos… el café caliente resbala por mi garganta. No sé lo que digo y ella ríe. Oh, Dios, que dulce es esa risa… podría quedarme ahí todo la vida, con ella. Dice que le recuerdo a un amigo que la dejó hace tiempo y que ella lo extraña mucho. No puedo evitar sonreír. Me dejo llevar. Caminamos por las calles vacías del centro y nos encontramos al frente de una escuela con mis viejos amigos… Nos quedamos conversando con ellos y decidimos ir a dar una vuelta. Paramos a cenar y bromeamos y reímos todo el tiempo. Cuando nos despedimos, La acompaño hasta su casa. Gabriela me besa y me saluda dulcemente…pero de repente vuelvo a tomar conciencia. No puedo quedarme ahí. Estoy viviendo la vida de otra persona. Eso no es justo. Dejo su cuerpo y vago por el parque vacío en la fría noche de invierno, teniéndola a ella todavía en mis pensamientos. La noche cae sobre la ciudad y me quedo sentado en un banco, hasta que amanezca ¿Qué es lo que hizo esto? ¿Por qué estoy destinado a vagar sin rumbo durante toda la eternidad? ¿Qué es lo que quiere Dios de mí? No lo sé… no sé porque he dejado este mundo para ser un fantasma.

12 enero 2011

Extraño

Otra vez. Siempre la misma historia. Querría que algún día se terminara. Todos los días salir. Al sol. Al día. A fingir algo que no soy. Todos los días a cruzarme con gente que no volveré a ver en mi vida, o que, de hacerlo, no me recordarán y seré solamente una cara más en la multitud.
                Luego mi trabajo. Todo el día sentado frente a una pantalla, al igual que mis compañeros. Trabajando mediocremente, al igual que mis compañeros. Pensando en sobrevivir un día más en la mediocridad, como mis compañeros. Sonriéndole e intentando caerles bien a personas cuya capacidad e inteligencia están por mucho más abajo que la mía, pero que pueden hacer con mi vida lo que les plazca. Los detesto. Me siento una oveja más de este rebaño descerebrado.
                Pero luego cae la tarde. Y al atardecer, me transformo. Rompo brutalmente la máscara que me vi obligado a usar para vivir en esta sociedad. Y con ella caen mis inhibiciones. Mis miedos. Soy puro instinto. Mis venas son inundadas por la adrenalina.
                Y me suelto. Hago lo que me plazca, sin preocuparme por las consecuencias. Soy un animal recorriendo las calles. Soy imparable. Soy yo.
                En la noche, mi transformación se acentúa. Ya nada importa. Es como si no hubiera un mañana. Trepo por los edificios, como si pura energía fuera bombeada por mi corazón e inhalada por mis pulmones. Corro en los techos y salto sobre los callejones.
No sé si inconscientemente, pero me dirijo a su casa. Descolgándome por la pared, puedo verla por la ventana. Dioses, es tan hermosa. Mi vergüenza es lo único que me frena  a entrar, tomarla en mis brazos, decirle cuánto la amo y besarla. Ella no me ama. Ni siquiera sabe que existo. Tristemente, mi destino es observarla desde aquí. Es todo lo que podré alcanzar…
Desde una colina, observo como el alba se despliega sobre la ciudad. ¿por qué no puedo ser así durante el día?¿Por qué me dejo dominar por los demás?¿por qué no puedo amarla? ¿por qué no puedo ser yo mismo?
No lo sé. Quizás porque nadie se lo planteó nunca. Quizás porque trabajar para caerle bien a los demás es parte de quién somos. Quizás estanos para siempre obligados a usar esa máscara que nos oculta. Y los que no lo hagan serán parios, marginados, extraños. Quizás por la simple razón de que nadie puede ser como es realmente.

Y nuestra máscara se convierte en nosotros.

El Suicida

Si, ya lo sé. Me lo dijeron muchas veces. Pero les repito de nuevo. No estoy loco
        Si ustedes tuvieran noción alguna de mis razones, lo entenderían. No tienen idea lo que vi, lo que sentí, lo que viví. No podrían comprender jamás por qué esta es la mejor solución.
Mis amigos ya no están, mi familia tampoco, ni siquiera yo mismo. Soy solo una cáscara llena de recuerdos, un manojo de nervios, unas palabras en el aire y venas ponzoñosas. Ya no tengo sentimientos, voluntad, nada con que asirme a la vida.
Por eso estoy aquí. Es increíble que haya podido escapar. No sé cuanto corrí desde el hospital hasta este lugar, pero ya no importa. Es otra cosa que no vale la pena saber.
Es increíble como uno recuerda las cosas antes de partir. Recuerdo a mis padres, a mis hermanos, a mis amigos perdidos… y a ella. Pero es inútil recordar lo que ya no es. Así, mientras salto al fondo del acantilado, mis pensamientos acaecen.
¿En qué pensar antes de morir? ¿En ella? Ella no estaría nunca conmigo en un momento así. ¿Pensar en Dios? Dios no existe. Es solo una excusa que inventamos para darnos falsas esperanzas.
Quizás sea que todo lo que hay en la vida es este momento. Todas las cosas que hice en el pasado ya no importan. Todos pasaremos por lo mismo. Me recuerda una frase que leí en un libro alguna vez: “Todo lo que hacemos es polvo y nada. Todo lo que decimos no es más que silencio”

Casi no siento el impacto

La Última Carta

Laura:
Ayer me acorde de vos. Es extraño. Desde que nos conocimos nunca quise que estuviéramos separados. Y ahora, dulce ironía, no puedo volver a tus brazos.
¿Te acordás de cuando éramos chicos? En un principio no te conocía bien. Misma clase de inglés, mismo horario, 6º grado. Una formula total para él desencuentro. Sin embargo, había una especie de competencia de mi parte para superarte.
Como esperé, pasaste. Yo no me había fijado sino hasta un año después. Luego llegué a conocerte mejor. No fue amor a primera vista. Creo en que existe, pero nunca lo sentí. Quizás no estaba preparado…
En fin. No sé por qué te cuento estas cosas. A veces me olvido que ya las sabés, pero necesito escribirlas. Me sentiría mejor.
         Unos años después, volví a verte. Un amigo estaba con vos y...
No. Mejor no hablemos de eso. Es un momento de mi vida del que no me enorgullezco.
         Me acuerdo del año siguiente. Yo iba a tu oficina, para encontrarme con unos amigos, y te volví a ver. No sé qué me pasó, pero me empezaste a gustar. Desde entonces empecé a ir más seguido. Pero no tenía el valor de hablarte. Temía que me rompas el corazón, como las demás.
         Deje de verte, pero no dejaste de estar, al menos, en un pequeño espacio de mi corazón. Busque sacarte de allí, tratar de olvidarte. Busque a otras personas. Amores que me hicieran no tener que verte en cada lugar al que iba.
         Pero fue inútil. Estabas prendida a mí como si de ello dependiera mi existencia.
         No te puedo describir mi felicidad cuando estuvimos juntos. En una noche, mi vida cambió por completo. Estabas tan hermosa bajo las luces de la fiesta de esa amiga que teníamos en común. Nunca fui muy buen bailarín, ni tampoco muy arrojado, pero no sé como junté el valor para sacarte a bailar.
El brillo de tus ojos…tu pelo en movimiento… tu perfume… mi mano en tu cintura… y el beso. Ese beso fue como la gloria para mí. Fue como si después de años, fuera finalmente feliz. Como si la luz hubiera entrado en mi vida.
Fueron los mejores años de mi vida. Cada día, una risa, una caricia, una palabra de cariño, un abrazo, un beso. Esos días estaban llenos de esperanza. No podía evitar mirarme a mí mismo en el pasado y pensar que ese fui yo alguna vez. No quería que eso se acabara nunca.
Pero se terminó. Ahora no sé si volveré a verte. Cada día espero sentir tus pasos por el suelo, tus manos en las mías, tu voz hablándome en la noche. Muchas veces me doy vuelta en mi litera, esperando encontrarme con tu cuerpo, abrazarte, y saber que está todo bien. Pero solo el frío y vacío aire nocturno roza mi piel.
Mañana me mandan al frente de batalla, con otro destacamento de desdichados, sin nada más que una mochila. Un rifle y mi tristeza. Espero poder volver a verte alguna vez. No voy a pedirte que me esperés. Solo quiero que recés por mí. Quiero que te acordés que lo único que me asusta de la muerte es que te saque de mi lado. No te olvides que te amo.
                                                                           Esteban
28 de febrero de 2019

Pacto

Nunca creí encontrarme en esta situación. Ni en un millón de años. No me queda mucho tiempo de vida y quiero usarlo en escribir estas líneas, así que el que encuentre mi cuaderno sabrá que ocurrió aquí.
         Mi nombre no es un dato tan importante, sino dónde transcurre este relato.
Durante este último período de mi vida fui poseedor de una hermosa casa en un bosque del Sur de Alemania. Estaba hecha de madera de encino pintado de un color bordó oscuro. Tenía una amplia galería y una escalinata que seguía hasta un sendero que llegaba al pueblo. Pero el encanto del lugar era el estanque que se extendía en el amplio jardín frontal.
         Mi historia comienza un frío día de otoño. Mi esposa había caído irremediablemente enferma y los médicos me advirtieron que no sobreviviría a tan terrible mal. Yo, ciego de amor y desesperación, me negué a tales afirmaciones y desprecié la crueldad de tan inconcebible destino. Como poseído por una fuerza sobrenatural, busqué cualquier medio para salvarla. Consulté médicos inexpertos, pagué tratamientos experimentales, mesmerismo, e incluso consulté adivinos, brujas y charlatanes, sin resultados.
         Volviendo un día a mi hogar, abatido por la frustración y la tristeza, noté que una extraña niebla empezaba a extenderse a mí alrededor, hasta que no pude ver más allá de  la extensión de mis brazos. Luego, sentí una voz que me hablaba…
- Pobre muchacho…
         Me di vuelta, sobresaltado, y vi a una gitana vieja y fea que me miraba con lástima desde sus pupilas vacías
- ¿Quién es usted? – dije con voz temblorosa - ¿Qué quiere?
- Ayudarte – me dijo, y deformó su rostro en una horrible mueca que intentaba asemejarse a una sonrisa – Sé que tu esposa esta sufriendo hijito, y yo puedo aliviar su mal.
- ¿Cómo? – pregunté esperanzado
- Solo te diré que, cuando la planta de tu estanque cubra la mitad de su superficie, vendré a cobrar el precio.
- De acuerdo – dije sin pensarlo - ¿Cuándo empezará a curarla?
La vieja volvió a sonreír…
         Desperté en mi cama. Mi esposa no estaba a mi lado. Corrí por la casa, gritando su nombre. Al llegar a la cocina, miré por la ventana y la vi. Ella estaba afra, sonriente, con su camisón todavía puesto, bailando entre las hojas que caían entre los robles. Corrí a su encuentro. Ella también corrió hacia donde yo me encontraba. La abracé muy fuerte, como si temiera que lo que estaba viendo y sintiendo era solo un sueño cruel que se me escaparía en cuanto la soltara, pero era real. Ella estaba allí, sana y feliz. La besé. Y volví a abrazarla. Mis ojos se inundaron de lágrimas de felicidad. No podía creerlo.
         Fuimos felices unos días. Yo casi había olvidado a la vieja gitana, hasta que llegó el momento de pagar. Estaba yo cortando leña para el invierno cuando me envolvió la misma y extraña niebla de aquella otra vez. La anciana apareció frente a mí y volvió a sonreír.
- He venido a que cumplas con lo pactado
- Por supuesto ¿qué deseas a cambio?
         Vi un destello de avidez en sus ojos  negros y con una mueca de sadismo, respondió:
- El alma de tu esposa…
         Al principio, mi mueca de incredulidad fue imposible de contener hasta el punto que me reí de la pretensión de aquella mujer. Luego, observé que en su rostro, la expresión maléfica seguía presente… mi incredulidad se convirtió en horror…
- No… - dije mirando al suelo. Levanté la mirada para mirar al rostro de aquella bruja y respondí gritando - ¡No lo haré! ¡¿Estás loca?! ¡NO LO HARÉ!
         De repente, el rostro de la gitana se deformó en una expresión de odio y dijo con voz cavernosa:
- Lo pagarás. Cuando la planta de tu estanque lo cubra por completo, exactamente a los 20 días desde hoy, los muertos que no encontraron su descanso vendrán a buscarte y te llevarán con ellos al reino donde no brilla el Sol.
<<Te convertirás en uno de ellos. Estarás muerto, pero no morirás. Gritarás en la oscuridad, te retorcerás, maldecirás, rogaras tu muerte, pero esta nunca llegará. Tu condena será cargar tu dolor por toda la eternidad. Lo pagarás… ¡LO PAGARÁS!>>
Y con un alarido de mil demonios, desapareció.
Ahora se que tenía razón. Llevé a mi esposa a la casa de su hermana hace unas horas, ya que el estanque está completamente cubierto. Me encerré en mi cuarto y empecé a escribir estas notas.
En este segundo puedo sentirlos acercándose. Puedo oler desde aquí su putrefacción, puedo oír sus gemidos como perros en la noche y sus pies sin vida sobre las hojas caídas ¡Por Dios! ¡¿Acaso piensan que estoy loco?! ¡¿Qué desvarío?! ¡¡Escuchen insensatos!!
         ¡¡¡¡¡LES DIGO QUE YA ESTAN ENTRANDO A LA CASA!!!!

Colectivo

Llovía a cántaros. Y para colmo corría un viento huracanado que me arrancó el paraguas de las manos.  Eran las doce menos diez de la noche y yo corría por la banquina de la ruta.  Por alguna razón extraña, el auto se paró en seco y no había forma de que arranque.  Como mi celular no tenia señal, me puse a correr para encontrar una estación de servicio, una casa o algo.
Doce en punto. Me resigno a volver al auto  a pasar la noche allí... cuando veo una luz en la ruta, a lo lejos. Feliz, le hago señas para que se detenga. Es un colectivo azul noche, sin número de línea ni ninguna otra identificación. La puerta se abre.  El colectivero es un hombre canoso de mirada ausente.
- ¿Adonde quiere ir?
- Buenas noches,  ¿me podría llevar a la estación de servicio mas cercana, por fav...?
 - Dos con quince - me dice con voz monocorde
Busco la plata en mi monedero y pago.  Todos los asientos del colectivo están vacios. Sin darle demasiada importancia, me acomodo en el asiento de atrás, al lado de la ventanilla, y me relajo. No pasa mucho tiempo y veo que pasamos de largo una Refinor.
-Señor... - le digo, exasperada - le pedí que me bajara en la estación de servicio...
No responde
- ¡¡Señor!!
- No creo que se baje en una estación. De hecho...- se da vuelta y veo, con horror, como sus ojos se tornan completamente negros - ... no creo que nunca se baje de este colectivo...
Doce de la noche. Un hombre esta en la banquina de una ruta en una noche tormentosa. A lo lejos, se acerca un colectivo azul noche.
- Disculpe - dice el hombre - ¿podría llevarme hasta una estación de servicio?
- Dos con quince - respondo