24 agosto 2015

El Tirano Sonríe

Solía existir un reino en el que el Pueblo podía decidir por su futuro y al que le importaba el porvenir como conjunto y de cada uno de los individuos. Luego llegó el Tirano, y pensó que esta actitud no le hacía bien al Pueblo.
Y el Tirano estaba triste.

Entonces el Tirano decidió que le quitaría al Pueblo esa actitud. Le dio migas y sumas mínimas de dinero al Pueblo por nada, para que no tuviera que trabajar. Aprobó a todos los alumnos en las escuelas sin estudiar, para que no tuvieran que aprender. Enriqueció y puso en el poder a sus amigos, para que no tuviera que debatir. Dejó que los Guardianes del Pueblo lo dejaran a merced de la delincuencia, para que no se quisiera rebelar. Por último, teniendo al Pueblo vago, ignorante, sometido, asustado y obediente, le dijo a quién elegir, para que no le hiciera falta pensar en votar. Así, el Tirano se hizo en el poder y así se mantuvo.

Así el Tirano sonreía.

El Tirano compró castillos, compró empresas, el Tirano se enriqueció a costa del impuesto del Pueblo que ciegamente lo amaba y asimiló su poder a costa de otros Tiranos que lo apoyaban.

El Tirano sonreía.

Sin embargo, pasaron los años y el Pueblo empezó a despertar. Empezó a cuestionar. Empezó a no escuchar al Tirano y a querer decidir por sí mismo.

El Tirano tuvo miedo.

El Tirano envió a sus Esbirros contra el Pueblo. El Pueblo se volvió a someter, para luego volver más fuerte y más independiente. Y se acercó el momento de elegir a otro rey.

El Tirano tuvo miedo.

El Tirano envió a sus Esbirros a socavar las elecciones. A mentir, a robar votos, a amenazar, a quemar urnas, a hacer hasta lo indecible por mantener su poder en el reino. La voluntad de la gente fue pisoteada, vapuleada, fueron engañados, burlados, insultados como lo habían sido tantas veces en el pasado. El Pueblo no dio más y marchó al castillo del Tirano para destituirlo de su poder. Sin embargo, el Tirano todavía controlaba a sus Esbirros, como los voceros del Pueblo (que decían lo que él quería); a los Punteros del Tirano, que controlaba y amenazaban a la gente para conservar el poder del amo al que servían; y a sus Guardianes, corruptos, pero leales al dinero que él les otorgaba. Amparado en su impunidad, pues, envió a sus Guardianes contra la población. Y uno a uno los vio caer frente a él. Uno a uno los vio derrumbarse y volver a levantarse, para volver a ser derrumbados por el bastón de su autoridad.

El Tirano sonríe.

Pero en el fondo de su pecho, bajo sus manos que robaban y la falsas sonrisa que usaba cuando oflaba, el Tirano tiene miedo. Porque sabe que el Pueblo no olvida. El Pueblo no olvida.


Y el Tirano tiene miedo.

06 agosto 2015

1. Génesis

En un principio, no existía nada. 

Luego hubo una explosión en algún lugar del vacío de información. 

El hombre, en su vasto deseo de conectarse, había creado Internet. 

En el primer momento, creo los códigos HTML y HTTP, y vio que eso era bueno. 

En el segundo momento, le dio forma y nombre a la WorldWideWeb, y vio que eso era bueno.

En el tercer momento, le mostró a sus pares su creación y todos fueron libres de compartirla. Empezaba surgir una pujante y alegre comunidad de gente que empezó a conocerse y a experimentar con esta bella herramienta, y el hombre vio que eso era bueno. 

En el cuarto momento, las grandes compañías se apoderaron de los dominios y comenzaron a crear lugares masivos en ella para que todos, parias, mundanos y especiales pudieran comunicarse y compartir entre ellos, especialmente si antes pagaban una modesta suma. El hombre recibió paga y vio que esto era bueno.

En el quinto momento, ocurrió la explosión, donde casi todo el mundo podía gozar de la luz del Internet. Sin embargo, los Reyes temían Internet y empezaron a imponer leyes y a encarcelar a los que antes habían circulado con libertad por ella. Y el hombre sintió miedo.

En el sexto momento, se creó la Deep Web, donde los rechazados pretendían refugiarse de los Reyes, atrayendo a criminales, frenéticos, locos y pervertidos; a la vez que surgían las redes sociales, para que todos pudieran comunicarse entre sí evitando la molestia de verse y conocerse. 

En el séptimo momento, el hombre se dedicó a disfrutar del Internet, estando cada vez más conectado y más solo, cada vez más informado e ignorante, cada vez más despierto y dormido, cada vez más rebelde y gobernado.