29 abril 2014

Diégesis

El día fue ayer cuando el autor, presa de un ardid narrativo, decidió matar a la descripción. Se sentó. Escribió un revolver y disparó contra la mímesis.
Ahora nadie puede hacer poesía, ni obras de teatro. Los realistas, naturalistas y surrealistas se desesperan. Los guías de museos, críticos de arte, historietistas, dibujantes y pintores cometen suicidio alrededor del mundo
Los lingüistas y estudiosos de las letras se lanzan a la busca del escritor homicida. En las oficinas de la RAE caen sospechosos todos los días, pero todos son liberados.
Es inútil.
Nadie puede describir la apariencia del asesino.