12 octubre 2015

Punto en L

Si acaso
Si acaso supieras como es
que se tejen los hilos del tiempo
Si acaso vieras como se unen en telares
Telares de magnificencia sublime

Narraciones esconde
En sus patrones, sus puntos
Sus tramas secretas narran todo

Narran encuentros, visiones
Narran guerras, narran amores
Hablan de familias y de solitarios
de soles que se consumen y oscuridades que brillan

A veces
La tela
Se quema
Faltan
Retazos
Que se olvidan
Se
Deshilachan

Yo guardo un parche
En el bolsillo
Me lo robé hace poco

Habla del aroma de un cabello
Se teje con manos finas
Habla de dientes en sonrisa oculta
Hilado con suspiros suaves
Habla de ojos traviesos marrones
Fabricado de milagro
Cuenta de tropiezos y victorias
No finalizado todavía
Me cuenta de tus labios

Es un parche que guardo
Que habla de vos
Y de mí

De los dos

Fragmento V - Disculpa del fantasma

Hola

Esperá, no te vayas. En serio, no me morí todavía, por favor escuchame.

Se que está como el culo que te diga esto. Ya sé, no pasó tanto, pero ocurrió tanto más que un año se convirtió en 20, donde una herida que aún sangra parece lejana.

No, no me mires así, por favor. No te digo esto para revivir algo que sabemos que está muerto y enterrado, casi tanto como yo lo estaré. Es sólo que necesito sacármelo del pecho y necesito saber.

Ahhh, carajo, esto suena como algo que un tipo escribió veinte veces, ¿no? Queriendo hacer pasar sus dramitas por cuentos mal escritos

En fin

Me dijiste hace mucho que no hay que obsesionarse con el pasado. Y hay que buscar la forma de darle un cierre a las cosas no tan lindas para poder recordarlas como algo bueno. Sin enojo, sin tristeza, sin rencor.


¿Te acordás?


Que solamente así pueden ser llamados "recuerdos" o "pasado". Cuando dejan de ser "presente".


Si, te acordás.


Bueno, tu cierre fue bastante mejor que el mío, lo admito.


No, no es eso.


Sí, ya sé, pero no es ese el punto.


El punto es que siento que todavía traigo culpa. Cosas jodidas hice, lo sabemos. Te traicioné varias veces, digamos que muchas veces te hice llorar y tampoco lo lamenté.


No, ya sé, me tengo que acordar de lo bueno. Pero lo recuerdo con tristeza, ¿sabes?


Ya sé, no querés disculpas por eso. Tampoco te las quiero dar. Creeme, sé que no parece, pero ya estoy lejos de culparme a mí mismo por todo. En ese sentido se puede decir que he madurado, al menos en ese (risas).


Pero ya no importa, estoy desapareciendo. Pero no quiero hacerlo así. Digamos que ultimamente me pesa algo, que no sé qué fue exactamente, pero te hizo mal. Muy mal. Digamos que eso me llevó donde estoy ahora.


A pedirte.


No, no hagas eso.


No me ignores.


Por favor, hablame.


Sí, se que esto es patético, lo sé.


Por favor.


No, no te vayas.


No quiero desaparecer con esta pena.

Porque yo muero...




Pero la pena no.

04 septiembre 2015

Mesías rojos

Cuando el Pueblo estaba en peligro, allí estuvo el Mesías para salvarlo. 
Sin embargo, el Mesías no era único, sino que se dividió y comenzó a guerrear contra sí mismo, convencido de que cada una de sus partes tenía una mejor forma de salvar al Pueblo, llevando a una gran disputa que terminaría por dividirlo para siempre en partes que eran inútiles.
Él Pueblo, asustado, decidió alejarse del (los) confuso(s) Mesías y prefirió seguir con la unificada seguridad de sus Tiranos que, al fin y al cabo, eran corruptos y maliciosos, pero mucho menos frustrantes.

Tribulaciones de las Almas y las Letras

Quise comprender
Por qué
Sin tener que saber
el qué, el cómo, el donde
sin saber los múltiples caminos
y los pasos en falso que dan los conceptos

En fantasías de estar en
la Dama de Hierro
volaba lejos de todo
en caballos de tinta y lápiz
de viñetas, globos y ciertos guiones gloriosos
pero las fantasías no dan de comer.

La literatura tampoco da mucho
para llenar el buche
mucho menos enseñando
mucho menos en esta universidad
mucho menos en este país
mucho menos en este gobierno

24 agosto 2015

El Tirano Sonríe

Solía existir un reino en el que el Pueblo podía decidir por su futuro y al que le importaba el porvenir como conjunto y de cada uno de los individuos. Luego llegó el Tirano, y pensó que esta actitud no le hacía bien al Pueblo.
Y el Tirano estaba triste.

Entonces el Tirano decidió que le quitaría al Pueblo esa actitud. Le dio migas y sumas mínimas de dinero al Pueblo por nada, para que no tuviera que trabajar. Aprobó a todos los alumnos en las escuelas sin estudiar, para que no tuvieran que aprender. Enriqueció y puso en el poder a sus amigos, para que no tuviera que debatir. Dejó que los Guardianes del Pueblo lo dejaran a merced de la delincuencia, para que no se quisiera rebelar. Por último, teniendo al Pueblo vago, ignorante, sometido, asustado y obediente, le dijo a quién elegir, para que no le hiciera falta pensar en votar. Así, el Tirano se hizo en el poder y así se mantuvo.

Así el Tirano sonreía.

El Tirano compró castillos, compró empresas, el Tirano se enriqueció a costa del impuesto del Pueblo que ciegamente lo amaba y asimiló su poder a costa de otros Tiranos que lo apoyaban.

El Tirano sonreía.

Sin embargo, pasaron los años y el Pueblo empezó a despertar. Empezó a cuestionar. Empezó a no escuchar al Tirano y a querer decidir por sí mismo.

El Tirano tuvo miedo.

El Tirano envió a sus Esbirros contra el Pueblo. El Pueblo se volvió a someter, para luego volver más fuerte y más independiente. Y se acercó el momento de elegir a otro rey.

El Tirano tuvo miedo.

El Tirano envió a sus Esbirros a socavar las elecciones. A mentir, a robar votos, a amenazar, a quemar urnas, a hacer hasta lo indecible por mantener su poder en el reino. La voluntad de la gente fue pisoteada, vapuleada, fueron engañados, burlados, insultados como lo habían sido tantas veces en el pasado. El Pueblo no dio más y marchó al castillo del Tirano para destituirlo de su poder. Sin embargo, el Tirano todavía controlaba a sus Esbirros, como los voceros del Pueblo (que decían lo que él quería); a los Punteros del Tirano, que controlaba y amenazaban a la gente para conservar el poder del amo al que servían; y a sus Guardianes, corruptos, pero leales al dinero que él les otorgaba. Amparado en su impunidad, pues, envió a sus Guardianes contra la población. Y uno a uno los vio caer frente a él. Uno a uno los vio derrumbarse y volver a levantarse, para volver a ser derrumbados por el bastón de su autoridad.

El Tirano sonríe.

Pero en el fondo de su pecho, bajo sus manos que robaban y la falsas sonrisa que usaba cuando oflaba, el Tirano tiene miedo. Porque sabe que el Pueblo no olvida. El Pueblo no olvida.


Y el Tirano tiene miedo.

06 agosto 2015

1. Génesis

En un principio, no existía nada. 

Luego hubo una explosión en algún lugar del vacío de información. 

El hombre, en su vasto deseo de conectarse, había creado Internet. 

En el primer momento, creo los códigos HTML y HTTP, y vio que eso era bueno. 

En el segundo momento, le dio forma y nombre a la WorldWideWeb, y vio que eso era bueno.

En el tercer momento, le mostró a sus pares su creación y todos fueron libres de compartirla. Empezaba surgir una pujante y alegre comunidad de gente que empezó a conocerse y a experimentar con esta bella herramienta, y el hombre vio que eso era bueno. 

En el cuarto momento, las grandes compañías se apoderaron de los dominios y comenzaron a crear lugares masivos en ella para que todos, parias, mundanos y especiales pudieran comunicarse y compartir entre ellos, especialmente si antes pagaban una modesta suma. El hombre recibió paga y vio que esto era bueno.

En el quinto momento, ocurrió la explosión, donde casi todo el mundo podía gozar de la luz del Internet. Sin embargo, los Reyes temían Internet y empezaron a imponer leyes y a encarcelar a los que antes habían circulado con libertad por ella. Y el hombre sintió miedo.

En el sexto momento, se creó la Deep Web, donde los rechazados pretendían refugiarse de los Reyes, atrayendo a criminales, frenéticos, locos y pervertidos; a la vez que surgían las redes sociales, para que todos pudieran comunicarse entre sí evitando la molestia de verse y conocerse. 

En el séptimo momento, el hombre se dedicó a disfrutar del Internet, estando cada vez más conectado y más solo, cada vez más informado e ignorante, cada vez más despierto y dormido, cada vez más rebelde y gobernado.

16 julio 2015

Fachadas

Un hombre camina con su familia en la calle. De repente, se detiene frente a la pared de un edificio público recién refaccionado y hace como si apoyara su espalda en ésta. “Ayer había un negro así acá”, decía mientras hacía ademán de apoyar el pie en el muro. “Gente de mierda, hay que pegarles un tiro en la cabeza a todos. Así hay que hacer”.

Mientras lo veía alejarse, pensé en ese hombre y en todas las personas que comparten su opinión respecto a la limpieza de los espacios públicos y la defensa de los mismos. Vi como estos amantes de la pulcritud, altivos paladines de la pureza marchaban por las calles y tomaban el poder en pos de destruir a aquellos que mancillaran sus ideales con un poco de tierrita en el látex de las paredes. Vi los cambios en la ciudad, el francotirador en cada mural, la tasa de mortandad por las nubes, las veredas machadas de sangre y tripas (pero las vallas limpitas, ¿eh?), y la ley que obligaba a los ciudadanos a circular en medias por la vía pública.

Por horas me quedé en el lugar pensando en esto, hasta que me sentí cansado y me apoyé en la pared para descansar. Casi instintivamente apoyé el pie en la pared. Al tiempo que hacía esto, pasó el mismo hombre que me incitó a mis reflexiones. Lo miré, me miró, y por un momento esperé que sacara una 38 y me abriera un agujero en la sien por el crimen que estaba cometiendo. Pero sólo me miró feo y pasó de largo, por lo que puedo concluir que era sólo otro pusilánime.

Me tranquilicé, pero tampoco puedo dejar de pensar que el problema no es el pie en la pared sino la falta de melanina en mi piel.

25 abril 2015

Fragmento IV (Traducido del Japonés)

El pueblo japonés siempre estuvo orgulloso de su practicidad. Aplicamos el método de adoctrinamiento en las sandías: en cuanto la fruta aparece, se le encierra en un cuadrante para que adquiera una forma cómoda para su traslado y ubicación. De ésta forma, la sandía se convierte en un activo y útil miembro de la sociedad.

Tales avances en el campo de las ciencias educativas alentaron a muchos teóricos de la nación y de todo el mundo a investigar, dando fruto a una rama de la pedagogía dedicada especialmente a la agricultura. De esta escuela podemos rescatar obras tales como “Dialéctica entre el tomate y el fertilizante” de Friederich Niegel, campesino austríaco; y “Piaget para pepinos”, del fundador del movimiento, el agricultor japonés Hayako Nikihisa.

Sin embargo, tal escuela no considera a los tuberculos como sujetos susceptibles a ser adoctrinados, ya que escapan a todo método de enseñanza aplicable.


¿Qué más puede esperarse de algo que crece desde abajo de la tierra?

19 abril 2015

Fragmento III (Manuscrito encontrado en una boca de tormenta)

Se me ocurren tres reacciones posibles que puedas tener ante estas palabras. Una es la sorpresa. Otra es la ternura. Y la otra es el hastío, que por qué la loca esta tiene que seguir mandándote estas cartitas cursis… Si pensara, mientras escribo, en cualquiera de esas tres formas de responder, entonces tiraría la lapicera al carajo. Por ello voy a hacer lo de siempre: escribir sin pensar.

Últimamente he estado sintiendo cosas raras. O, mejor dicho, nada. Es extraño para mí decirlo, ya que la indiferencia no es algo por lo que me destaque. Pero es que recientemente, no sé si por el tiempo que pasamos separadas, o por la gran cantidad de éste que estamos juntos, o por ambas cosas; pero me pasa que te veo y me quedo impasible. No es que piense que sos aburrida ni mucho menos, sino que verte me causa la misma reacción que la de ver algo cotidiano, algo ya tan familiar, anodino y de todos los días que la visión de tu rostro y tu cuerpo no me causa cosa distinta que lo que me provoca mirar a cualquier otra persona al pasar.

Ahora, lo que podría esperarse es que por ello no te amase, que no te prestase atención y te vea sólo como un juguete, un objeto de deseo. Lo curioso es que no es así. En el momento en que te vas, es verdad que no siento nada. Pero con las horas, con los días, empieza a crecer algo en mí. Una necesidad que me asfixia, que me abruma y no me deja pensar. Un impulso desenfrenado que me hace dar vueltas como perra enjaulada y maldecir a los gritos el no tener un puto teléfono con el que llamarte para escuchar tu voz.

Son esos momentos de abstinencia los que me hacen comprender que te amo, y mucho más que a las otras personas que se hayan cruzado en mi vida. Porque me di cuenta que verte y hacerte el amor con vos me es mucho menos necesario que escucharte hablar, reír. Me gusta mucho más saber que estás ahí, en algún lado; saber lo que pensás y lo que sentís.

Amo como sos. Amo cuando te enojás, cuando te alegrás, cuando reís y cuando llorás. Amo cuando me hacés recorrer el mundo escuchando tu canto y cuando jugás a tener razón. Amo que mires con desdén mis estúpidos intentos de chistes y te rías de lo malos que son.

No amo ni tus ojos, no tu boca, ni tus manos, ni tus pechos, ni tus piernas, ni tu sexo ni tu cabello.

Amo tus miradas, tus sonrisas. Amo cuando me acaricias y cuando me das refugio y consuelo. Amo cuando corrés para que te siga. Amo cuando me dejás estar junto a vos, que me dejes entrar en vos, y a mi dejarte entrar, siendo las dos una, envueltas en tu aroma.

No amo tu cuerpo.


Te amo a vos.

06 marzo 2015

Alarmas

Eran las 3 A.M cuando sonó la alarma. Desde mi cama la escuché. El insomnio por pensar en Valentina, que me había dejado sólo para ir a casa de sus padres, me impedía cerrar los ojos y el sonido de la sirena me sobresaltó. Entraba por la ventana, distante, pero cercana, casi como si estuviera a dos casas de distancia. Pensé que eso estaba muy cerca. Recordé los rumores de robos violentos en la zona y empecé a preocuparme. Si los ladrones (o quién fuera que haya sido el que la activó) seguían por ahí estarían buscando una forma de escapar o de conseguir refugio. Recé para que no se les ocurriera entrar a casa, pero me quedé seguro con el hecho de que las puertas estaban cerradas con llave. Aunque no recuerdo si la saqué de la cerradura al cerrarla. Por lo que podrían romper el vidrio y usarla. O quizás no, quizás era inútil y tendrían una forma de violentarla de todas formas. Escucho un ruido afuera de la casa. Aaaah, mierda, mierda, seguro están ahí, merodeando. Tratando de esconderse entre las verjas. Los ruidos se hacen más frecuentes y más cercanos, por lo que ya estoy seguro de que no tienen en que escapar y buscan dónde esconderse. Encima esa alarma de mierda que no se apaga y sigue sonando… capaz es porque no queda nadie que la apague y los choros mataron a los dueños de casa. Puta madre, encima de imbécil dejé la llave puesta. Van a venir, van a venir…

¿Ese ruido fue la puerta?

Carajo, creo que fue la puerta

No no no no no no no no no no

Me cago en todo, quieren entrar

¿Qué hago, qué hago? Si los voy a buscar, me van a matar seguro. Pero si me quedo en la cama me van a encontrar y van a  hacer lo mismo. Ya no escucho más ruidos afuera, todos vienen de la puerta. Pero así no me van a agarrar, no. ¿Dónde dejé la escopeta? Ahí, en el armario. Me levanto rápido. No hay tiempo de vestirme. Me siento en un rincón oscuro de la habitación. Así si vienen tengo más chances de darles.

Los ruidos se hacen más intensos.

El miedo, el miedo de la espera me sube por la espalda, por las manos.

Escucho el clic de la puerta que se abre.

Es como una mano fría y amarga que me estruja las costillas aplastando mis pulmones, haciéndome respirar espasmódicamente.

Los pasos, los pasos en la casa.

El sudor me cubre como una segunda piel y mis menos tiemblan aferradas al arma que apunta a la puerta.

Alguien revuelve las cosas en la cocina, lo escucho.

Aprieto tanto los dientes que creo que me partí un incisivo.

Se acercan los pasos.

Cada vez más cerca.

La puerta se abre y una silueta oscura se recorta contra el marco.

En pánico, gritando y sin pensar disparo.

BANG

La figura cae hacia atrás emite un quejido que por alguna razón me parece extraño, pero no me paro a pensarlo.

BANG.

Cae contra la pared del pasillo a oscuras. Inmóvil. Al igual que yo. EL calor del arma me quema en las manos y por alguna razón no puedo dejar de temblar ni de llorar. El bulto está justo frente a mí, a unos metros, pero no puedo distinguirlo con claridad. Luego de unos minutos, unas horas, no sé, logro calmarme y me acerco al cuerpo.

Y me quedo helado.

Ese mechón rojo y esa piel pálida no eran las de un ladrón. Tampoco la llave que siempre estaba guardada en el marco de la puerta, que brillaba en la mano del cadáver. Tampoco lo eran esos grandes ojos castaños y la boca roja entreabierta.


Aún conmocionado por el shock no puedo dejar de contemplar los agujeros que hice con la escopeta en el pecho de Valentina.

16 febrero 2015

.

Allí está. Hace días que el escritor se sentó frente al papel en blanco sin poder escribir nada. Pensó que el blanco de la hoja lo llamaba, pero sólo lo hacía perderse en millones de frases usadas, palabras gastadas, expresiones ajenas. No sólo el papel. El cursor del Word titilaba repetidamente al ritmo de sus fugaces pensamientos y más parecía una burla a su bloqueo desesperante. Se distrajo navegando en Internet, sintiéndose cada vez más patético y estúpido. Probo con música, pero sólo copiaba sus versos. Dio paseos interminables, habló con personas, tomó nuevas rutas, nuevas formas de pensar. Miles de ideas se agolpaban en su cabeza, pero eran como una arteria tapada, cuyo flujo interrumpido hacía que se hinchara de forma grotesca y anormal, provocándole dolores de cabeza, mareos y un cierto sentimiento de suciedad que lo perseguía a todos lados. Sentía como se pudría su mente a cada rato mientras se mentía que escribía al rodar por Internet y gastar sus ojos en cada vez más banales sitios y más estúpidas distracciones.
         
      Pensó que quizás el problema era que le faltaba pulir su técnica. Qué mejor para ello que inspirarse leyendo a sus viejos maestros, por lo que asaltó su biblioteca. Leyó a Poe, a Bolaños, a García Márquez, a Tolkien, a Kafka, a Martin, a Dostoievsky, a Moore, a Joyce. Viejos y nuevos, populares y no tanto. Devoró a Cortázar, a Arlt, a Quiroga. Se sumergió en Asimov, en Ellison, en Bradbury. Inclusó leyó creepypastas en Internet, a los poetas malditos, los benditos, los vivos y los muertos. Una vez hubo absorbido cada palabra, cada línea, cada frase de aquellos que lo precedieron, se sentó frente al papel y empezó a escribir. Escribió y escribió, pero se percató de que las palabras no fluían tan naturalmente como antes, sino que a cada rato se detenía sobre sus pasos y borraba sus huellas para trazarlas de nuevo de forma obsesiva y frenética hasta que hubieran quedado perfectamente hechas, en cada detalle. Estuvo semanas escribiendo sin parar, pero sin poder completar nada. En su intento de perfeccionismo ninguna de sus obras le parecía lo suficientemente buena. Las arrojó al vacío apenas tuvo noción de la imperfección en que se estaba convirtiendo, de lo errado del esquema, de lo agotado de la idea. Nada era lo suficientemente bueno y no pudo explicárselo hasta que empezó a releer lo que había hecho.

TODO ERA UNA COPIA.

No era el estilo de los grandes maestros. ERAN los grandes maestros. Había pensado tan a fondo sus expresiones que el escritor tuvo noción de que todo lo que había hecho, incluso a medias, era sólo una falsificación, un muy pobremente disimulado plagio a todo lo que hubo leído en su desesperado intento de inspirarse. Las ideas estaban, pero eran grises, vacías, sin contenido ni voz propia. Se entretuvo tanto y buscó tanto las voces ajenas que perdió la propia. Y allí donde debió haber arrojado su alma no había nada.

Perdió el control.


Quemó sus libros, sus escritos. Con las sillas destrozó su computadora, su escritorio, sus tintas. Desgarró el papel, las poesías y mató a los viejos maestros. Una vez que lo hubo hecho, con un trozo de papel quemado trazó un frenético escrito en una hoja en blanco. Luego de eso se desmayó, aferrándose al más perfecto escrito de su vida.