Cuando el tiempo pasa, uno
cambia. Cambia en lo que piensa, en lo que siente, en lo que hace y cómo es
uno. Me hace acordar a cómo cambié con
vos desde que te conocí hasta ahora. Fue una linda secuencia. Te vi, te hablé,
pero no me llamaste la atención más que cualquier otra persona que pudo haber
habido por ahí. Luego te conocí más a fondo. Y me gustaría explayarme, pero
siento como si ya te hubiera dicho todo esto.
Amor, amistad, obsesión,
vergüenza, indiferencia, bronca, odio, lástima, amistad, cariño, amor, odio,
amor… todas se fueron sucediendo en un maelström de sentimientos que terminaron
precipitándome al oscuro fondo de la soledad, erizado de desesperación. Y mi
alma se hace de carne, mis huesos se hacen de sueños y mis entrañas de deseos.
Se convierten en el cuerpo que esos escollos destrozan, enredándolo en marea
furiosa. Marea que parece menguar por momentos que parece llevarme a la
superficie, al sol de tu amor, sólo para que las nubes de tu indiferencia me
devuelvan al torbellino.
Pero comprendo. Comprendo porque
te hice todo eso cuando yo vivía del otro lado del espejo. Y podría haber
cruzado, podría haberte acompañado a ese País de Maravillas y ser tu
Sombrerero, deteniendo los relojes para poder tener momentos eternos. Pero me
contenté con despreciar y jugar con la joya de tu cariño hasta desgastar sus
brillantes oropeles. Y ahora que me doy cuenta de lo que vale, me es
inalcanzable. Tuve el Edén en mis manos y le corté las ramas a cada árbol, pisé
cada nido, sequé sus ríos.
Hoy me ofrezco. Extiendo en mi
mano el órgano vital que en cada contracción no hace más que repetir tu nombre,
pero tus oídos están sordos a sus súplicas. Y si no lo están, si un día lo
agarras y lo recoges en tu regazo, temo por él. Porque pude ver antes cómo era
contaminado por pasiones ajenas, por rumores de besos, por colores de placer,
por tactos amorosos que no eran míos. Cada una de esas expresiones convertía
esa pequeña manzana de vida en un oscuro carbón de recelo, cuyos cristales
ardían en cada arista.
Quizás ese maelström en el que
ahora navego sea parte de un karma. Parte de una ironía, una retribución
cósmica por el daño que causé tan desinteresadamente. Sea. Mis hados harán de
dictaminar mi pathos y lo afrontaré con la cabeza en alto y el corazón hecho
carbón encendido.
Pero sólo si estás en el fondo
del torbellino, para rearmar mis huesos.
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