El cuarto de hotel era
un caos. Como si todos los huracanes del mundo hubieran entrado y salido de él
al mismo tiempo. Plumas y almohadones destripados descansaban en los rincones.
Los cuadros inclinados, algunos volteados, otros rotos y otros con quemaduras
circulares de cigarrillo. Del baño salía un ruido constante a cascada. La ropa
sucia en el suelo, los muebles rasgados y volteados, el aire envenenado y en
cada una de estas pequeñas escenografías se leía la pelea. El conflicto. Se
leía en el suelo lleno de cabellos, mugre, discos rotos y ceniza. En esas
cuatro paredes amarillas. Y en las puertas de vidrio que daban al balcón. Manchadas
de rojo. Una estaba reventada después de que el televisor lo atravesó volando.
Y en medio de todo ese
desorden, ellos cinco.
Gastón estaba sentado
en el borde de la cama destrozada, con la cabeza entre las manos. Por su cerebro
pasaban muchos pensamientos, pero él no se paraba a reflexionar sobre ellos.
Era sólo como si su agotada mente lo ametrallara constantemente y él no podía
hacer nada más que escucharla decir palabras con su propia voz. Voz que no era
más suya. Escucharse que decía que no podía ser, que él no hacía esas cosas,
que la puta que lo parió, puta que lo parió, la concha de la lora. El sonido de
la canilla de agua venía desde el baño. Desde el equipo de música, se escuchaba
un tema de System of a Down. El volumen estaba alto. Muy alto. Gastón lo había
puesto así para no escucharse pensar, pero era en vano. Su ajena voz se escuchaba
una y otra vez en su mente, en un monólogo infinito.
cómo carajo iba a saber que lo iba a hacer al fin y al cabo se lo
merecía
La pulsión de sus
sienes lo mantenía más o menos despierto y el calor del cigarrillo que,
encendido, colgaba de su boca como un diente largo y humeante. Lata no se
acordaba cuándo lo había prendido ni quería hacerlo. Sólo estaba sentado en el
suelo mirándose las manos. Mirándose las manos. Mirándose las manos y los pequeños
trozos de servilleta adheridos a ella como piel que se descascara. Y pensaba
solo en una negación constante. No quería pensar en lo que acababa de pasar. No
podía pensar. Si lo hacía, iba a darse cuenta, y darse cuenta era morirse.
y encima con todo lo que nos pasó que hijo de puta que es
nononononononononononononononono
El Negro estaba en el
balcón con Fuentes, pero este ya se había ido. Estaba con los pies clavados en
el piso y con la cabeza en la pared, mirando un punto fijo en el horizonte.
Tenía ganas de gritar, pero la voz no le salía y la tenía atascada en la
garganta. Ese aullido se la desgarraba de a poquito, como si la fuera raspando
continuamente con una navaja roma. Él si pensaba. Pensaba en el pasado, en el
pasado más atrás de esos minutos que los tenían colgados y en el pasado que
quería que fuera presente y futuro, así hubieran podido decir “nunca”.
bueno pero que vamos a hacer
ahora no quiero que me pase eso no quiero que les pase a ellos
nononononononononononononononono
Nunca. Nunca debimos.
Fuentes era otro
cantar. Fuentes estaba lejos. En la cornisa y muy, muy lejos. Estaba parado y a
la vez no. Estaba volando y quieto. En los dos casos, su camisa se agitaba al
viento y su mata de pelo rubio ondeaba como una bandera. Pero él no estaba. No
estaba con los otros y estaba muy lejos. Quería salir de ahí. Quería salir
volando. Miraba a las luces de la ciudad bajo él y se preguntaba si no dolía
volar. Probar. Se preguntaba si saltaba todo se iba a terminar, todo se iba a
ir al carajo, él iba a ser inocente y sus amigos igual.
ahora es cuando tenemos que estar juntos pero no debería haber pasado
esto es mi culpa no no es mi culpa
nononononononononononononononono
No debimos haber empezado.
Volar te tiene que liberar ¿no? En el cielo no hay leyes
El tiempo pasaba
lento. Se derretía. Se derretía como en un cuadro de Dalí y los empezaba
ahogar. Se deslizaba por las esquinas de la habitación, por la cabeza de
Gastón, por las cuerdas de su guitarra, por entre las notas del tema de System
of a Down, por debajo de la ceniza del cigarrillo, en los ojos de Lata, en la
pared del balcón, en el nunca del Negro, en el cielo y en las alas de Fuentes.
es culpa de él nunca nos debió haber dicho eso hecho eso y nada de esto
hubiera pasado mierda mierda
nononononononononononononononono
No debimos haber venido
Si solo tuviera las alas para poder irme de acá
Hubo un golpe en la
puerta.
no quiero no quiero por favor no los culpen yo fui yo fui el y yo y
nadie mas
No. Ya es hora de enfrentarlo
Nunca debimos haberlo ni pensado
Quiero salir volando
Los goznes empezaron a saltar
nunca pensé que al formar esta banda esto iba a
pasar no quería antes éramos chicos teníamos sueños
Pensá, pelotudo. Ya no podés escapar.
No debimos haber confiado.
¿Y si lo intento?
La puerta saltó.
Gastón lloró (Yo no
quería ¿por qué?)
Lata exhaló el humo (No
podés escapar)
El Negro gritó.
(Silencio)
Fuentes voló. (Viento)
Y en medio de su sollozo, en
medio de lo que se los levantaban y se los llevaban, en medio de los “Policía
Federal, quedan detenidos”, en medio del caos, de la vida y de la muerte,
Gastón completó, en su sollozo y como si hubiera leído su mente, los
pensamientos del Negro.
- Nunca debimos haber ido
a Joligud
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