Era perfecta. Apenas la vio, sintió como su corazón latía con fuerza y como lo enloquecía contemplar sus ojos, la cascada negra de su pelo, sus largas piernas y su piel blanca y suave. Lo había fascinado. Su belleza era celestial incluso bajo la luz de los fluorescentes.
Se sintió muy triste cuando se fue. La siguió. La encontró y esperó hasta lo noche para verla cara a cara (la vigilaban con mucho recelo). Movió tierra, rompió puertas, pero al fin pudo encontrarse con ella. Su cuerpo parecía brillar en la oscuridad de la habitación en la que estuvieron juntos. Él no pudo contenerse más. Mordió su brazo y empezó a devorarla lentamente, oculto por las sombras del mausoleo.
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