Así comenzó todo. En cuanto al Dr. Fernández, nadie pregunto por él. Era un hombre solitario, casi un ermitaño. En cierta forma me recordaba a mí mismo. Luego de enviar a su secretaria una carta (naturalmente, escrita por mi) diciendo que se jubilaba y que cerraba el consultorio, todo estuvo limpiamente hecho. A veces lamentaba tener que haberlo matado, pero recordé que él conocía mi secreto… además, su sangre era deliciosa…
Como dije antes, me habían dado el alta de mi terapia, así que mis padres estaban un poco más tranquilos. Pero, para dar la impresión de que el tratamiento realmente había funcionado, empecé a integrarme con gente en la escuela.
Era una secundaria común y corriente. Otra escuela pública más, con sus clásicas divisiones sociales entre alumnos. Populares, normales y marginados sociales.
Los populares eran toda una piara de imbéciles, que solo vivían para sus deportes, los bailes, las bromas pesadas y pensando cada día como seguir siendo así. Tarados…
Los normales, como lo decía su nombre, estaban en la escala de lo socialmente aceptable para esa edad. Pero, a pesar de que intente integrarme, siempre me miraron con extrañeza. Deje de intentar cuando vi que solo podían sobrevivir lamiéndole las botas a los populares. Resultaron ser unos pusilánimes.
Entre los marginados encontré mi lugar. Es extraño como el grupo más apartado suele ser el más maduro y que luego consigue más éxito en la vida. La popularidad de los demás no sirve en el mundo real.
Los marginados eran el más heterogéneo grupo que se podría haber encontrado. Iban desde rockers, emos, darks y fanáticos de dibujos japoneses a chicos normales que se negaban a seguir la línea de los populares.
Y entre ellos, disimulado, uno que no entraba en ninguno de esos subgrupos. Entre los marginados me creyeron su presa… nunca sospecharon que yo era su depredador…
Viví mucho entre ellos. El éxtasis que me provoco el provoco el probar la sangre de Fernández persistía, así que me veía forzado a buscar presas frescas. Paradójicamente, no podía casi conseguirlo. Casi todos vivían con sus familias. No podía arriesgarme a matar a nadie. Hasta que….
- Pss… Joaquín….
- ¿Qué queres, José?- dije dándome vuelta para observar a mi…. “amigo”
José era uno de los chicos normales opuesto a los populares. Era demasiado vivaz para mi gusto. O quizás yo era demasiado sombrío. No lo se. Cuando el murió, extrañamente no lo lamenté. Creo que imaginaran por que…
Ese día estaba mas emocionado que de costumbre. Vino con su estúpida mirada entusiasta de siempre y con un pedazo de papel en la mano.
- ¿Adivina que es esto? - me dijo sacudiendo el rectángulo de cartulina frente a mis ojos
- ¿Algo que va a terminar trabado en tu garganta si no me decís que es? – dije con la mejor cara de desinterés fingido que pude
- Es una invitación al quince de Agostina… - dijo y sonrió al ver mi cara de sorpresa (auténtica esa vez). – dice que es en…
En ese momento deje de escucharlo… porque había tenido una epifanía… ya sabía como conseguir lo que buscaba… saciar mi sed…
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