Si, ya lo sé. Me lo dijeron muchas veces. Pero les repito de nuevo. No estoy loco
Si ustedes tuvieran noción alguna de mis razones, lo entenderían. No tienen idea lo que vi, lo que sentí, lo que viví. No podrían comprender jamás por qué esta es la mejor solución.
Mis amigos ya no están, mi familia tampoco, ni siquiera yo mismo. Soy solo una cáscara llena de recuerdos, un manojo de nervios, unas palabras en el aire y venas ponzoñosas. Ya no tengo sentimientos, voluntad, nada con que asirme a la vida.
Por eso estoy aquí. Es increíble que haya podido escapar. No sé cuanto corrí desde el hospital hasta este lugar, pero ya no importa. Es otra cosa que no vale la pena saber.
Es increíble como uno recuerda las cosas antes de partir. Recuerdo a mis padres, a mis hermanos, a mis amigos perdidos… y a ella. Pero es inútil recordar lo que ya no es. Así, mientras salto al fondo del acantilado, mis pensamientos acaecen.
¿En qué pensar antes de morir? ¿En ella? Ella no estaría nunca conmigo en un momento así. ¿Pensar en Dios? Dios no existe. Es solo una excusa que inventamos para darnos falsas esperanzas.
Quizás sea que todo lo que hay en la vida es este momento. Todas las cosas que hice en el pasado ya no importan. Todos pasaremos por lo mismo. Me recuerda una frase que leí en un libro alguna vez: “Todo lo que hacemos es polvo y nada. Todo lo que decimos no es más que silencio”
Casi no siento el impacto
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