Llovía a cántaros. Y para colmo corría un viento huracanado que me arrancó el paraguas de las manos. Eran las doce menos diez de la noche y yo corría por la banquina de la ruta. Por alguna razón extraña, el auto se paró en seco y no había forma de que arranque. Como mi celular no tenia señal, me puse a correr para encontrar una estación de servicio, una casa o algo.
Doce en punto. Me resigno a volver al auto a pasar la noche allí... cuando veo una luz en la ruta, a lo lejos. Feliz, le hago señas para que se detenga. Es un colectivo azul noche, sin número de línea ni ninguna otra identificación. La puerta se abre. El colectivero es un hombre canoso de mirada ausente.
- ¿Adonde quiere ir?
- Buenas noches, ¿me podría llevar a la estación de servicio mas cercana, por fav...?
- Dos con quince - me dice con voz monocorde
Busco la plata en mi monedero y pago. Todos los asientos del colectivo están vacios. Sin darle demasiada importancia, me acomodo en el asiento de atrás, al lado de la ventanilla, y me relajo. No pasa mucho tiempo y veo que pasamos de largo una Refinor.
-Señor... - le digo, exasperada - le pedí que me bajara en la estación de servicio...
No responde
- ¡¡Señor!!
- No creo que se baje en una estación. De hecho...- se da vuelta y veo, con horror, como sus ojos se tornan completamente negros - ... no creo que nunca se baje de este colectivo...
Doce de la noche. Un hombre esta en la banquina de una ruta en una noche tormentosa. A lo lejos, se acerca un colectivo azul noche.
- Disculpe - dice el hombre - ¿podría llevarme hasta una estación de servicio?
- Dos con quince - respondo
Este me gustó mucho.
ResponderEliminarEl final me sorprendió.
ResponderEliminar